• Con el número 565, Kipchoge Keino estableció, hace cuatro décadas, un nuevo récord olímpico: 3´39”04, que tardaría 16 años en rompe

Autor:

Diego Álamo
Fotos: Jacob V. Zavaleta y archivo

1968. Con la prohibición médica de competir por tener una piedra alojada en la vesícula, huyó de la Villa Olímpica saltando por una ventana. Abordó el camión que llevaba a los atletas al estadio de CU. El vehículo sufrió un percance e hizo el resto de la ruta trotando hasta el estadio. Llegó para la prueba de los cinco mil metros. Calificó para la final y ahí, “por nada” quedó en segundo lugar.

Los recuerdos del keniano Kipchoge Keino, con 68 años y un estado atlético impecable, trotan sobre el tartán del Estadio Olímpico Universitario, y retroceden 40 años:

Nueva prohibición médica:
—No puedes seguir compitiendo.
—Pero, respondía Keino, no puedo llegar a mi país con solo una medalla, y de plata. Vine de tan lejos para ganar.

Y sí, su inscripción para los 1500 metros se respetó. Y calificó a la final. Una de las más emocionantes de la historia olímpica, donde su compatriota Benjamín Jipcho —quien ganó los 10 mil metros y donde también Keino compitió— salió en punta a reventar al favorito, el estadounidense Jim Ryun. Y lo logró.

Keino revisa el archivo de su memoria. Con el número 565, el keniano corría en el último lugar. Cuando sonó la campana anunciando la última vuelta empezó a ganar lugares y al llegar a la curva final, volaba. Se colocó en primer lugar y al momento de cruzar la meta un alarido de cuarenta mil personas saludó su llegada y además, en ese mismo instante, sucedía el gran brinco de Bob Beamon.

El tiempo: 3´39”04. Nuevo récord olímpico, mismo que se cincela en su memoria, en la soledad de una vuelta al estadio de CU, ocho lustros después. Récord que sólo después de 16 años sería superado. Keino observa las vacías gradas del estadio, pero sus ojos ven un estadio multicolor, repleto de gente que agita banderas y corea su nombre. Hace 40 años, Keino, toda una vida. 

El fin de semana pasado, Ciudad Universitaria fue escenario de la Carrera por África, donde estuvo presente Keino, quien además presentó, en la Sala José Revueltas, del Centro Cultural Universitario, una película de su vida.

De trato sencillo, este hombre, que en 1996 fue incluido en el World Sports Humanitarian Hall of Fame y que en 1987 fue designado el deportista del año por la revista Sports Illustrated y ganador de dos medallas de oro y dos de Plata (México 68 y Munich 72) dirige, en Kenia, un orfelinato, que desde su fundación, ha acogido a poco más de cinco mil huérfanos del continente africano.

Otra mirada al pasado: Keino perdió a su madre a los tres años. Supo de la orfandad, de no tener familiares. De la pobreza, de la ausencia de una educación. El deporte fue uno de sus escapes. Y triunfó. En su mente, desde siempre, le rondó la idea de dar protección, educación, afecto a los niños, sobre todo a los huérfanos. Y también lo logró.

Recorre la pista enfundado en unos pants de la UNAM. Se regodea, íntimamente, en su pasado. Y en el preciso lugar donde hace 40 años cruzó la meta para conquistar el metal dorado, realiza el mismo gesto: alza los brazos en señal de victoria y su mente vuela hacia el pasado, un pasado con un reconfortante futuro.

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