Aikido, el arte marcial que aleja del conflicto e invita a la paz

• Acondicionamiento físico, aspecto mental y espiritual-reflexivo, son los tres ejes de la preparación de los aikidokas auriazules

Dhamar Mireles / Omar Hernández
Fotografías: cortesía de Daniel Alba y Iván Córdova

 

En la práctica del aikido no existe el concepto de ganar o perder, y en sus movimientos y combates se refleja una armoniosa y depurada técnica parecida a la danza. Se trabaja la condición física, pero además se involucran aspectos introspectivos y de autoconocimiento. Todos estos rubros los entrenan los aikidokas auriazules que, como todas las otras disciplinas del deporte universitario, se tuvieron que sobreponer a las vicisitudes del confinamiento por la Covid-19.

En el entrenamiento desde casa que llevan los aikidokas pumas, se perfeccionan tres aspectos: físico, mental y espiritual-reflexivo. En la primera hora y media de la sesión, realizan burpees, sentadillas, abdominales, lagartijas, brincos cortos imitando saltar la cuerda, saltos con talones hacia los glúteos y otros con rodillas al pecho, además de actividades de resistencia y flexibilidad.

Para el aspecto mental realizan meditación, a la cual le dedican de 15 a 30 minutos diarios. “Realizamos la meditación zen, mantenemos una postura y nos concentramos en la respiración, un aspecto muy importante, ya que controlas tus emociones, agresividad, la forma de razonar y de reaccionar, a través de ella”, afirma Iván Alejandro Córdova Solís, presidente de asociación de Aikido de la UNAM y entrenador auriazul.

Antes de finalizar cada clase, trabajan el aspecto espiritual y reflexivo. El entrenador lee un texto filosófico y, al terminar la lectura, cada alumno da su punto de vista, con la finalidad de tener una retroalimentación entre todos los aikidokas.

Esta última parte es la que más motiva a Daniel Alberto Alba Muñoz, psicólogo de la FES Iztacala y aikidoka de la UNAM, porque disfruta reflexionar la literatura y hacer introspección al respecto. Aún recuerda cómo le impactó el cuento zen “El cruce del río”, el cual relata el pasaje de un monje que ayuda a una mujer a cruzar el río cargándola mientras su alumno se decepciona porque ellos tienen prohibido tocar a las mujeres. “La dejé en la orilla del río, muchas leguas atrás. Sin embargo, parece que tú todavía estás cargando con ella…”, menciona el monje al finalizar el cuento.

El aikidoka auriazul hace la semejanza con aquellas ocasiones en que las cosas no son como él quisiera. “A veces cargamos muchas emociones y no las dejamos ir. Esto va de la mano con el aikido, porque en su práctica no buscamos el conflicto y, de hecho, cuando nos hacen una técnica para derribarnos, nosotros evitamos hacernos daño evitando el golpe y fluyendo con la energía del atacante para no lastimarnos”, comparte.

“Hemos leído a Friedrich Nietzsche, Fiódor Dostoievski, Octavio Paz y mucha filosofía oriental. Estos escritos van dirigidos a hacer reflexionar a los practicantes, cómo reacciona el ser humano ante las circunstancias habituales de la vida, y cómo es que el aikido, a través de su filosofía, puede ayudar a mejorar esa interactividad en nuestra casa, en la escuela, con los amigos y con la familia”, comenta Iván Córdova, el sensei puma.

Uno de los principios del aikido es que el entrenamiento se deberá realizar siempre disfrutando del mismo, de una manera divertida, en la cual incluso los aikidokas de mayor edad puedan participar sin sufrir algún daño. Las enseñanzas del instructor sólo son de mínima ayuda para que estas se puedan convertir en propias de cada alumno.

Los aikidokas de la UNAM se entrenan para estar alerta no sólo al frente de su persona sino también a los lados y a la espalda. Uno de los conceptos más representativos del aikido es que no se enfoca en hacer daño a un oponente, sino en utilizar la energía propia para ganar control sobre el adversario, neutralizarlo, hacer profunda empatía con el atacante y así evitar lesiones entre ambos.

México DF, 16/08/2021

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